viernes, 13 de septiembre de 2013

Tengo un anhelo absoluto que como idea(l) se revienta al nacer. Consiste en rozar cada curva de lo que esculpe mi pensar sobre mí, esa masa cuyas formas desconozco y hoy me reto a descubrir, ignorante ya de los mundos éticos propios del instante anterior, perdida en mí. Al parecer la primera imagen que proyecta mi eyección en el mundo es como un diagrama florecido de polos opuestos, enfermos devenires que conceptualizo al final de cada instante como un absurdo. En este sentido esencialmente voy descubriendo lo evidente que estuvo ayer, ahora, mañana, presente y olvidado, más bien ignorado. Eso evidente que siempre sé y desconozco, movimiento dialéctico atemporal, principio de mi angustia terrenal. Comer, besar, mirarme, no comer, no besar, no mirarme. Amar, temer, presionar, no amar, no temer, no presionar. Se edifican dos túneles por los que fluyen corrientes eléctricas, que dan la impresión de pausa cuando se acumulan en el tiempo de los demás y las denomino confusión. Y me reviento.